Mientras cruzamos el Puente Romano, recordamos cómo el Tormes fue para
Unamuno metáfora privilegiada en torno a la cual meditar sobre todos los temas
típicos de su generación. El alma popular, la tierra, la patria, la existencia, la
historia, la literatura. Así escribía estos versos en 1910 (E-VI, 355):
Desde Gredos, espalda de Castilla, rodando, Tormes, sobre tu dehesa, pasas brezando el sueño de Teresa junto a Alba ducal dormida villa. De La Flecha gozándote en la orilla un punto te detienes en la presa que el soto de Fray Luis cantando besa y con tu canto animas al que trilla. De Salamanca, cristalino espejo, retratas luego sus doradas torres pasas solemne bajo el puente viejo de los romanos y el hortal recorres que Meléndez cantara. Tu consejo, no de mi pecho, Tormes mío, borres.
Frente a la ciudad
Comenzamos este paseo unamuniano contemplando la ciudad desde la orilla
opuesta del Tormes. Evocamos el grandioso poema titulado Hermosura (1906)
en el que la contemplación de la ciudad acrisola políticamente todos los
grandes temas de su pensamiento (E-VI, 189):
La ciudad en el cielo pintada con luz inmoble; inmoble se halla todo, el agua inmoble, inmóviles los álamos, quietas las torres en el cielo quieto;
«y es todo el mundo; detrás no hay nada».
Con la ciudad enfrente me hallo solo y Dios entero respira entre ella y yo toda su gloria.
A la gloria de Dios se alzan las torres, a su gloria los álamos, a su gloria los cielos, y las aguas descansan a su gloria.
Junto a las catedrales
Franqueado ya el perímetro de la muralla de la ciudad medieval, junto a las catedrales, unos versos dedicados a la Catedral Vieja nos brindan sus reflexiones sobre la historia de España, entremezcladas con su incesante meditación sobre la finitud de la existencia.
Sede robusta, fuerte 'Salmantina', tumba de almas, dura fortaleza, siglos de soles viste dorar tu torre... Este el hogar de la ciudad fue antaño... temblando aún los brazos de la lucha contra el infiel, sintieron los villanos en sus ardidos pechos nacer la patria. Mas hoy huye de ti la muchedumbre... Sólo el curioso turba tu sosiego, de estilos disertando entre tus naves pondera tus columnas elefantinas... (E-VI, 187)
En la Universidad
Seguimos hasta la Calle
Libreros, hasta la que es hoy
Casa Museo Unamuno,
donde tuvo su morada los
primeros catorce años del
siglo XX. En esta casa se
encuentra el despacho que
describió así:
El despacho rectoral es un cuartucho pequeño, una verdadera celda monacal, con una sola ventana abierta a una de las más típicas calles de la ciudad, a la calle de Libreros. Enfrente, al otro lado de la calle, se alza la mole de la Universidad que quita a la ventana de esta celda lo más de la luz del sol de Dios.La fachada de la Universidad y el Patio de Escuelas
son parada obligada. A comprender el significado
que para él tuvieron nos ayudan las siguientes citas:
La fachada de la Universidad se abre a un patio exterior que es un encanto y un consuelo, luego que ha cesado el vocerío estudiantil, cuando están cerradas y mudas las aulas, en horas o en días de vacación, sobre todo en las tardes lentas del verano, ese Patio de las Escuelas Menores, con su broncíneo Fray Luis de León en el centro, sobre un pedestal, con su eterno gesto de apaciguamiento, es algo que habla del alma de lo eterno y lo permanente. No doy por nada del mundo ese patio, henchido en su silencio
Por la Calle Compañía hasta la torre de Monterrey
Hay viejas calles, como la de la Compañía,al pie de palacios y templos dorados por los
soles de los siglos, en que uno puede ir
soñando en una España celestial, colgada
para siempre de las estrellas.
(E-I, 422) Bajamos por ella hasta detenemos
ante la torre de Monterrey.
Torre de Monterrey, cuadrada torre que miras desfilar hombres y días, tú me hablas del pasado y del futuro.
El Campo de San Francisco
Llegamos al campo de San Francisco. Miguel de Unamuno y su esposa Concha
Lizárraga se instalaron en la llamada casa de los azulejos, en la esquina con el paso
de Carmelitas. All vivió sus primeras experiencias de esposo y padre: Todavía
recuerdo cuando allí, en aquel Campo de San Francisco, donde viví primero, le daba
su madre la leche, posando su mirada sobre su cabecita. (E-IX, 454). La visión de
este lugar no le abandonó jamás.
... Allí al lado en la capilla de la Veracruz eterniza la expresión del dolor sobrehumano la Dolorosa de Corral. Y después de amamantar los ojos con la visión de aquellos ojos que crean el cielo..., ¡con cuán otra alma se ven caer las hojas otoñales en aquel campito enclaustrado! (E-I, 568)
La casa de la Calle Bordadores
En el penúltimo hito de nuestro recorrido llegamos a la casa de la calle
Bordadores en la calle Bordadores, en la que vivió gran parte de su vida
y donde murió el 31 de diciembre de 1936.
Desde mi balcón, en los atardeceres de estos ardientes días de canícula, tengo a la vista, de un lado la torre de Monterrey con su calada crestería, verdadero encaje de piedra resaltando sobre la masa ingente de la Clerecía, y de otro lado veo cómo emerge de una masa de verdor, de una umbrosa avenida de álamos.
La Plaza Mayor
Llegamos por fin a la Plaza Mayor, compendio y escenario de la vida y la
historia de Salamanca.
No sé si sabrás que allá en Salamanca hay, como en la mayor parte de nuestras viejas ciudades, una plaza cubierta, la Plaza Mayor... Hay dos vueltas, la de las mujeres y la de los hombres; los hombres van por la parte de adentro, es decir, por la vuelta más corta, llevando su derecha en el sentido del reloj, o, como se dice ahora, en movimiento dextrógiro, y las mujeres van por la parte de afuera, llevando también su derecha, mas en sentido contrario del reloj, o sea, en movimiento levógiro. Y así matan las horas enteras, dándose cara dos veces